Crítica literaria: Cuna (1990) de Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Escribir un libro supone un esfuerzo considerable y siempre he estado en contra de una crítica que destruye el trabajo de un autor inmisericordemente. Se le pueden sacar fallos, objetivamente, y dar una opinión personal, siempre desde el respeto. Y de igual manera se reconocerán los aciertos. Todos sabemos que nadie es perfecto.

El caso es que después de leer Cuna, obra conjunta de Arthur c. Clarke y Gentry Lee, he optado por olvidarme de todo lo anterior y decir lo que pienso sin pelos en la lengua.

Una de las razones que me han movido a ello, es que considero que Cuna, novela escrita en 1988, y publicada en nuestro país por Plaza y Janés en 1990, es el peor libro que recuerdo haber leído nunca, una tomadura de pelo mayúscula y una aténtica bazofia.
¿Que por qué he leído entero ese libro?. Un poco por respeto al maestro, un gran escritor de ciencia ficción y porque me quedaba alguna esperanza de que aún no siendo un buen libro, al menos fuera una novela sin pretensiones y divertida. Lamentablemente de Clarke sólo queda su nombre en la portada y poco más.

Antes de leer la obra, ojeé algunas críticas de lectores de Amazon, en la que llamaban al libro de todo, menos bonito. Algún que otro consideraba la obra legible, dentro de lo que cabe. Pero me quedo con un titular de una de esas críticas, que decía algo así: Libro escrito por Arthur C. Clarke y un idiota. En efecto, si quitamos las páginas de ciencia ficción nos quedan menos de 60, de un total de 420. Ese señor, el tal Lee, por lo que se ve, a partir de unos textos escritos por el matesro, desarrolló una trama entre romántica y aventurera para dar «cohesión» a la obra. Ni que decir que los personajes son de risa, estereotipados y ridículos, que la forma de escribir de este señor es chabacana y estúpida, que las descripciones son de risa de la mala, de vergüenza ajena. Que todo el conjunto es insufrible. Y para rematadura, la traducción del libro es mala, pero mala de narices. Como si la traductora hubiera hecho un trabajo apresurado y patético, y ni siquiera se hubiese molestado en corregir y dar sentido a las frases. Tampoco le reprocho eso, pues la buena señora ya tuvo bastante traduciendo este libraco. Como ven, escribo esto en caliente, recién acabado el asunto.

Arthur C. Clarke, maravilloso escritor de entre otras,  2001: Una odisea espacial  o El martillo de Dios, murió en 2008, pero cuando la obra se realizó estaba vivo y podía haberse ocupado de vetarlo. O al menos de dar unos cuantos cachetes a su pupilo (cosa que igual hizo).

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